Cuando uno va a Argentina, aprovecha para recorrer el país. Y se va al norte, que tiene paisajes espectaculares. El norte de Argentina es duro, muy duro, y a mí esa dureza todavía me quema cuando me acuerdo. Pero este blog es de comida y, de todos modos, no sabría verbalizarlo sin que pudiera dejar de sonarme injusto. Eso sí: se come bien. Y, como es una zona muy turística (lo que ha causado, por cierto, y causa, muchos problemas -aunque, supongo, tendrá sus ventajas), hay opciones para todos los gustos.
En Humahuaca está el restaurante Kallapurca.
K´alla Purka es una piedra pelada que se echa en las sopas. Es uno de esos restaurantes turísticos y típicos a los que te llevan las excursiones contratadas. No probé otros, así que no sé dónde se puede comer mejor o peor. De entrante ponen, como aperitivo con la bebida, unas lentejitas verdes que están crujientitas y riquísimas. Bueno, es que a mí, salvo los pimientos, me gusta (casi) todo.

Como opciones vegetarianas, tienen humita en olla y risotto de quinoa con verduras. El día que fuimos no había humita, así que no hay foto. La humita es una pastita de maíz aliñada y cocida en las propias hojas de la planta. El risotto de quinoa está muy bueno.
Foto de risotto de quinoa.

Y, de postre, hay dulce de cayote, que es el fruto de la chayotera.
Y está buenísimo. Le llaman el cabello de ángel de América.

En Salta, como en toda Argentina, hay pizzas. Con mucho queso, igual que la ensalada caprese. No pedí platos veganos, prometo enmendarme la próxima vez y probar más variedad (aunque comer vegano fuera siempre me ha parecido casi una empresa imposible… Algún día haré una encuesta para ver cómo se las arreglan mis amigos).


En Chile estuvimos en una isla preciosa, con una mujer maravillosa, que hace pan casero y cultiva sus productos (allí hay que cultivar: no hay supermercados). Pero eso lo contaré en otro momento.