Siempre he odiado esas frases cargadas de buen rollo: la vida está ocurriendo ahora, haz lo que amas, hoy es el día que tienes para que todo sea perfecto, conserva al niño que fuiste, una sonrisa es lo más sexy que puedes vestir. Ahora me divierten mucho porque me estoy dando cuenta de cuánto se nos olvidan. «No me gusta mi trabajo», me dicen: «Pues cambia de trabajo». «Es que la cosa está muy mal». Ay, mira, entonces no te quejes. O quéjate todo lo que quieras, pero no pretendas que yo te escuche.
Me encuentro a gente muy inmóvil últimamente. En muchos sentidos, en otros no, yo también he sido inmóvil.
Y este blog va sobre cambios, también. Sobre lo que uno decide que quiere hacer con su vida (aprender a cocinar, alimentarse de manera más correcta, acudir a una nutricionista, decidir tener una dieta distinta). Los cambios traen otros cambios. Ahora soy más consciente de lo que me meto en la boca. De si algo lleva aceite de palma o no, por ejemplo (aunque decida comerlo). Del pan chicloso que nos dan en los restaurantes. De los modos de producción. Porque yo era de esas personas que saben qué es una garbancera, pero creía que una vaca daba leche toda su vida adulta sin necesidad de tener un ternerito. La vaca da leche. La vaca da leche y el cerdo da jamones.
Ahora he descubierto que los cambios aterran por una sola razón: la falta de confianza en uno mismo. Y esto, queridos míos, solo lo arregla una buena terapia. No los amigos, no la aprobación de los demás. Entre otras cosas, porque a la mayoría de las personas que emiten juicios sobre nuestra vida, ni siquiera le hemos pedido opinión. Se trata de saber qué quieres tú.
Yo quiero ser vegetariano y no sé cómo.- Pues esto es fácil. Deja de comer cerdo, ternera, aves, pescado, marisco y moluscos, caracoles y todo bicho viviente. Lo de la miel, el queso, la leche y los huevos lo dejo a tu elección.
Mis padres no están de acuerdo en que yo sea vegetariano.- Aquí hay dos escenarios posibles. Si vives con ellos y ellos hacen la comida, tienes un problema. Si mantienes una buena relación, lo más probable es que te escuchen, pero cárgate de razones. Si no vives con ellos, no tienes problema alguno. Si tus padres no respetan tu decisión, en cualquiera de los dos casos, acude a un psicólogo: las relaciones se construyen. Y la base de una relación es el respeto. Si te da miedo decirle a tus padres que quieres ser vegetariano o que te quieres poner un piercing, nuevamente, vete a un psicólogo. Porque si tus padres no respetan tus decisiones, tienes una relación anormal con ellos. No hay más.
Mis amigos no me respetan.- Entonces, siento decírtelo, no tienes amigos. Tienes otra cosa. ¿El qué? Ni repajolera idea. Pero amigos no son. La palabra amigo viene del latín amicum, el que va conmigo. Lo de los padres, qué se le va a hacer, nos tocan en suerte. Pero lo de los amigos es para hacérselo mirar.
No quiero discutir con nadie sobre mi vegetarianismo.- Bien. No lo hagas. Discutir es muy cansado y suele ser doloroso y a esta vida no hemos venido a sufrir. Si puedes mantener un debate, perfecto; los debates enriquecen. Ahora bien, si el nivel intelectual de tus amigos se basa en decir que las plantas también sienten y los ricos también lloran, pues chico: plantéate qué clase de amigos tienes. Hay muy poco tiempo libre en la vida de uno como para que, los ratos de ocio, se los pase escuchando gilipolleces.
Las dietas vegetarianas no tienen todos los nutrientes necesarios.- Ya lo sabemos. Toma B12. Si eres omnívoro, tienes más de 50 años y me estás leyendo, hazte un favor: toma B12. Además de eso, si te da miedo enfermar (porque, claro, tú nunca te has puesto enfermo comiendo carne), acude a un nutricionista. Descubrirás que comes fatal. Y tu familia también. Y que os estáis metiendo una ingentísima cantidad de proteínas innecesarias. Ah. He dicho «nutricionista». No médico. La especialidad de un endocrino son las hormonas… y sacar dietas estándar de un cajón. Los médicos no estudian nada o casi nada de nutrición en la carrera.
Si soy vegano voy a tener que informarme mucho y leer las etiquetas.- ¿Te da pereza aprender? Que tengas suerte en la vida.
Quiero ser vegetariano y tengo un trastorno de la alimentación.- No puedes ser vegetariano. Primero, hay que curarse.
OK. He decidido ser vegetariano. Me parece muy difícil pero haré sacrificios para seguir mi camino.- Ah: que eres del tipo sacrificado e inmolador. Búscate un terapeuta, que no has nacido para mártir. Estamos hablando de dietas, coherencia y estilo de vida. No de atarse a una pira funeraria.
Si soy vegetariano y un día como jamón, ¿pasa algo?– Sí. Te mueres.