La pastelería vegana – Bibliografía. Capítulo XX

Son muchos los libros que he utilizado para hacer este compendio de pastelería vegana. Y muchas las páginas web, que están enlazadas en los mensajes correspondientes. Sin embargo, no quería terminar sin dejar constancia en un post aparte de los sitios de los que he sacado toda la información.

Los primeros libros veganos que compré fueron de Isa Chandra Moskowitz y Terry Hope Romero y me impactaron tanto que he terminado comprándolos todos.

También me ha resultado muy útil el libro de una pastelería vegana de referencia: Sticky Fingers. El libro lo encuentras fácilmente en Amazon.

Kris Holechek también ha escrito libros de repostería vegana.

En cuanto a las páginas web, he cogido información de muchísimas. Como los enlaces aparecen en los propios mensajes, están lo suficientemente acreditadas, pero no quería dejar de resaltar la gran labor que hace El Rincón de Bea con su serie de Imprescindibles. El blog Dime qué comes es una fuente inagotable de información de todo tipo, no solo dulce, claro está. Además, su propietaria, Lucía, hace un trabajo impagable (¡e impagado, porque atiende a todas nuestras consultas gratuitamente! Habría que ponerle un monumento). Y la web En buenas manos ofrece siempre artículos interesantes sobre todos los ingredientes que podamos imaginar. Algunas entradas de la Wikipedia también me han ayudado. Y considero imprescindible tener estos libros, realmente. No solo porque están magníficamente bien editados, sino porque soy de las que piensa que, si hay más demanda, se harán más. Y eso siempre es maravilloso.

La pastelería vegana – Bibliografía. Capítulo XX

La transición al veganismo: cómo es

Quizás habría que ampliar el objetivo. Ya conoces mi postura. El maltrato animal comienza en la elección de lo que pones en tu plato.
Leopoldo Elvira, médico, Badajoz, durante un debate sobre el Toro de la Vega.

Hace poco, pregunté entre mis amigos veganos o vegetarianos cómo había sido su transición. No exactamente la transición, sino cómo se lo había tomado su grupo de amigos y su familia desde entonces. Yo parto de la base de que, aunque no lo sepan, el 95 por ciento de la población ha sido educada en faltas de respeto constantes y eso ha hecho tener un baremo muy bajo de lo que es «faltar al respeto».

Generalmente, la noticia en casa, si te tienen que hacer de comer, no sienta bien. De todos modos, una vez que pasa la novedad, la gente suele preocuparse: «Al principio me tenía que llevar la fiambrera a las reuniones familiares, pero ahora se preocupan de que haya comida para mí en la mesa». Por parte de los amigos, la cosa suele ir mejor (a no ser el típico gracioso que está todo el rato diciendo que las plantas también sienten, pero no va a dejar de comer lechuga porque tampoco está tan concienciado por sus gritos de dolor). Como los seres humanos tenemos esta necesidad de aceptación grupal, al principio puedes sentirte un poco solo comiendo tu plato vegano en una esquina.

Los hay que nunca han tenido problemas: lo dejaron de la noche a la mañana y a todo el mundo le pareció bien y nadie dijo ni mú. En el caso de unos, porque nunca permitirían que les faltaran al respeto de esa manera y en el caso de otros, porque son nutricionistas y en su entorno asumen que saben qué comer.

Hamburguesa de remolacha de la página de Isa Chandra Moskowitz.

Hay que tener en cuenta que, en general, la gente no sabe cocinar. Lo dije y lo mantengo. También, que las legumbres casi han desaparecido de la dieta diaria de los españoles (ahora por lo visto hay un repunte, porque se ha comprobado que son más baratas y cunden más). Lo mejor, cuando vayas a comer a casa de alguien, es que te asegures de que hay opciones para ti o llevar algunos platos para compartir. Descubrirás que se acaban antes. Eso dice mi amiga EvaTambién está la gente desconsiderada que, cuando en una fiesta sólo hay una bandeja con cosas sin bichos, se abalanza sobre dicha bandeja, sin darse cuenta de que eso es lo único que tú puedes comer. Y una vez han terminado con las cuatro tostadas de hummus, siguen con el jamón y tú te quedas sin nada.

Porque a la gente, en el fondo, le mola la comida vegana. Y mucho critican y hacen bromitas con la lechuga y con si las plantas sienten (ajá, y las vacas comen aire), pero luego cuando llevas cosas veganas bien hechas muchas veces no dejan ni las migas.

Yo ando en proceso, poco a poco.

Consejos varios

¿Qué hago en un restaurante? Llama primero. Di que eres vegetariano estricto, o vegano (te encontrarás con que algunos no saben qué es) y que no comes nada animal. Aclara: ni carne, ni pescado, ni huevos, ni leche de vaca, cabra u oveja; ni miel. La gelatina no la suelen usar, por lo visto. Si llamas con suficiente antelación, te harán algo para ti.

En muchos sitios hay restaurantes vegetarianos, que suelen tener opciones veganas. En otros sitios es mucho más difícil (vivo en Extremadura: creedme, sé de lo que hablo). Pero creo que la cuestión es no tomárselo todo como un gran inconveniente. Es una decisión libre que, como todas las decisiones (por ejemplo, cambiar de trabajo, hacer deporte, adelgazar, irse de casa) tiene unas consecuencias e implica algo de movimiento. Siempre hay opciones: llevar tú la comida a las casas a las que te inviten; cocinar tú en casa de tus padres; llamar a un restaurante o unirte a las copas después de que ellos cenen y cenar tú algo rico en tu casa. Mi amiga Claudia, en Ikea, pide el perrito caliente con todo excepto con la salchicha.

Piensa. Ten recursos. ¿Hay una tostada con queso de cabra y mermelada de cebolla y tomate que te encanta? Pídela sin queso. Está rica igual. Hay más opciones de las que crees: es quitar y poner ingredientes.

Tómatelo con humor. Si la gente se pone muy coñazo, cambia de tema. Si te faltan al respeto, recuerda: puedes marcharte. Solo hay que sonreír y decir: «Me voy a ir, porque eso que me acabas de decir no me ha gustado». Y coges y te vas tranquilamente a tu casa a cenar como Dios.

La gente con la que te relacionas te tiene que tratar bien. Si no, no te relaciones: hay muchas personas en el mundo. Algunas hasta son normales. De verdad. Existen.

La transición al veganismo: cómo es

Prep and Pantry

En no recuerdo cuál de mis infinitos libros de cocina veganos, vegetarianos, omnívoros, de la crock pot, de la olla rápida y no sé qué más (porque sí, tengo MUCHOS libros de cocina), en la sección de consejos, ponía: «dedica un día a ordenar la despensa. Hay varias app que te ayudarán, como Prep and pantry«. También está Out of Milk, que tiene la ventaja de que puedes poner si te queda medio paquete de algo: en Prep and Pantry, esta opción no existe. Ah. Ya recuerdo. En Mastering the Art of Vegan Cooking. Que, por cierto, es buenísimo a pesar de no tener fotografías.

Las bases de dato son de pago. La de Out of Milk cuesta menos de dos euros y la de Prep and Pantry, que es la que yo cogí, cuesta seis.

¿Por qué me decidí a comprar una app para organizar mi despensa? Porque vivo sola, porque se me estropea mucha comida, porque los días de diario no cocino (tengo que organizarme para cambiar eso, aunque sea para dejar la comida en la crock pot por la noche y meterla en el frigorífico por la mañana) y porque, con la mudanza, no revisé la cocina. Me dediqué a colocar como Dios me daba a entender. Y me mudé hace más de un año.

Tenía comida caducada desde 2013.

No me va a volver a pasar: me parece un horror tirar comida.

Ahora ya llevo un mes yendo a la compra con el móvil, haciendo fotos a todo lo que compro (todavía no me han llamado la atención), poniendo las cantidades que adquiero y archivando el lugar donde lo tengo guardado. Obviamente, después de tirar todo lo que era irrecuperable, me dije que nunca más.

La aplicación es intuitiva y fácil de usar. En teoría funciona escaneando el código de barras, pero la comida española no está incluida, así que lo que hago yo es hacerle una foto (a los aceites, leches, legumbres, pan, gluten, soja texturizada y demás) y escribir la fecha de caducidad. Como puedes ordenar tu lista de productos según este parámetro, sabes qué se te va a echar a perder y tienes tiempo de cocinar con ello. También puedes crear listas de la compra.

Y percatarte, con el uso, de tus hábitos alimenticios. Me he dado cuenta, por ejemplo, de que consumo poca variedad de según qué cosas. Soy adicta a los garbanzos y a las verdinas, por ejemplo, pero como muy pocas alubias blancas (de las de colores, algo más) y menos lentejas: la prueba está en el blog. Así que, una vez ordenado todo (el orden de la despensa implica también orden mental), iréis viendo más recetas variadas por aquí.

Mi único problema es que tardo muchísimo en cocinar. No sé cómo ahorrar tiempo en la cocina, sinceramente. Hasta en preparar unos ingredientes para ponerlos en la slow cooker y que se hagan solitos, tardo una hora.

¿Cómo os organizáis vosotros? ¿Qué hacéis para que no se os estropee la comida? ¿Tardáis menos en pelar una cebolla y picarla que yo?

Prep and Pantry

La olla rápida II

Este post es, claro está, la segunda parte de este otro. Además de tomar los consejos pertinentes del Vegan Pressure Cooking, también he usado el libro Hip Pressure Cooking.

Hemos acabado de cocinar: Qué hacemos con todo ese vapor.

Hay varias maneras de abrir la olla. Y hay que abrirla, en todas, una vez el vapor haya salido. Eso, para empezar. Lo que sí que hay son varios modos de hacer que salga el vapor: unos lentos y naturales y otros más rápidos. Y cada uno sirve para una cosa. Por ejemplo, para que no se deshagan las legumbres, se recomienda el método «natural» o «lento». Una recomendación general es agitar un poco la olla, para que las pompitas que forme el líquido en el que hemos cocido no salten y nos quemen. También hay que tener en cuenta que, una vez que el vapor salga, hemos de abrir la olla porque si la dejamos ahí al tuntún, luego nos cuesta más.

  • Método natural o lento.- Se recomienda usarlo cuando hagamos legumbres y patatas con piel. Consiste en apartar la olla de la fuente de calor y esperar a que el indicador de presión baje. Luego ya se puede abrir la olla, agitándola primero.
  • Método normal.- En mi olla, para que el vapor salga lento y suave, hay que seleccionar la salida de vapor automática y esperar a que el indicador baje, porque el vapor saldrá despacito por debajo de la tapa. Luego ya se agita la olla y se abre.
  • Método rápido.- Para mi olla existen dos. Uno, girar el mango a la posición de abierto y tirar de él hacia atrás para que el vapor salga a lo bestia. Luego, como siempre: cuando el indicador baje, se agita la olla y se abre. El otro es por si te molesta el vapor: se pone la olla bajo el grifo y se echa agua fría por encima de la tapa: ojo, de la tapa, no de la válvula. Luego agita la olla y ábrela.

¿Varían los tiempos de cocción?

Sí. La cocina no es una ciencia exacta. Qué se le va a hacer. Tú tienes que conocer a tu olla. Simple. Así que la recomendación es tener una libretita a mano con un bolígrafo (yo tengo un bolígrafo con imán pegado en la nevera). Siempre es mejor quedarse corto que pasarse. Si una comida no está hecha, siempre se puede volver a tapar la olla y seguir cocinando a presión o seguir cocinando al fuego con la olla destapada hasta que lo esté. Pero si una comida está muy hecha, no tiene remedio. O sí: hacer un puré… Aquí hay una buena tabla, en inglés y con ingredientes animales a tutiplén. Cuando vaya probando mi olla, podré hacer la mía. Prometido.

Consejos para cocinar en una olla rápida

  • Las ollas rápidas retienen el calor muy bien, incluso antes de ponerles la tapa. Cuando saltees algo, ten cuidado con el fuego: si ves que se pega, bájalo y añade una cucharadita de caldo o agua.
  • El tiempo en la olla se cuenta desde que comienza a salir vapor. Si has sofrito en la olla y la cacerola ya está caliente, tardará (generalmente) de 5 a 8 minutos en temperatura alta (en el 2). Si no es así y los ingredientes están en frío, llevará de 10 a 15 minutos, también en el 2. Si vamos a cocinar a temperatura baja (en el 1), tardará más o menos la mitad.
  • Los quemadores de la vitrocerámica no bajan de temperatura rápidamente. Una vez que la olla alcanza su presión, hay que bajar el fuego de manera que siga saliendo el vapor, pero no puede estar a fuego vivo, sino a fuego bajo. Un truco es tener dos quemadores encendidos: uno a fuego fuerte, con la olla encima, y otro en el 2, el 3 o el 4 de vuestra vitrocerámica. Solo hay que pasar la olla de uno a otro cuando alcance presión.
  •  Si tienes una cocina de inducción, no pongas a ebullición la olla rápida en el máximo, porque esto hará que alcance la presión muy rápidamente, en unos 4 minutos y no en los 10 que toma, más o menos, en una cocina de vitrocerámica o gas. Esto hace que no se escape el vapor del todo bien, lo que hará que la temperatura interna de la temperatura de cocción interna de la olla sea más baja. Además, la comida que está en contacto con la base, se puede quemar. Ponlo a temperatura media-alta: si tu cocina va del 1 al 10, en el 7 irá bien.
  • Si se te olvida algún ingrediente y estás a tiempo, abre la olla y añádelo. Hay que despresurizarla primero, claro está. Pero si te quieres ahorrar el trajín, cocínalo por separado y añádelo al final.
  • Siempre es mejor quedarse un poco corto de tiempo y terminar la cocción en el fuego con la tapa quitada. Eso hará espesar las salsas y los caldos y le da un buen puntito a los platos.
  • Cocina por tandas. Le dará más variedad a la cocina. Siempre es bueno tener legumbres cocidas en el frigorífico o en el congelador (las legumbres duran tres días en la nevera, así que úsalas antes o congela) o verduras hechas para usarlas en otros platos. ¿No sabes qué cenar? Pues un plato con algún cereal como base, algunas legumbres, verduras crudas, al vapor o cocidas y alguna salsa que tenga una base de frutos secos. Voilà, una cena estupenda. JL Fields lo llama «hippie bowl«.
  • No sales las legumbres antes de poner la tapa de la olla. Hazlo una vez estén cocinadas. La piel se puede romper y, además, puede que no se cocinen por igual. La única excepción es cuando vas a usar legumbres que has remojado toda la noche y que forman parte de una receta más larga, como un chile. En lugar de sal, también puedes usar otros condimentos, como Hermabare, salsa de soja o algas -yo no recomiendo abusar de las algas. En esto soy de la opinión de Julio Basulto: «consume pocas algas o no las comas»-. Puedes cocer las legumbres sin sal y congelarlas con un chorrito de zumo de limón o de lima: esto te permitirá usarlas en otras recetas y utilizar, a su vez, otros condimentos, sal incluida.
  • En cuanto a los cereales, ten en cuenta que algunos, como la avena, forman espuma, así que no llenes la olla por encima de la mitad cuando vayas a cocinarlos.
  • Cocina siempre con el agua justa. Esto implica no bañar las legumbres en caldo o agua para cocerlas. Como regla general, se ponen las legumbres y luego el líquido para que las cubra unos dos centímetros y medio. JL Fields da una norma, dos ratios: la 1:1, que es una taza de legumbres secas una vez puestas a remojo toda la noche por una taza de líquido. Esto, en gramos, significa 120 ml de líquido por 170 gramos de legumbres secas puestas a remojo. La ratio 2:2 es por si decides no remojar las legumbres (lo recomendamos porque el remojo las hace más ligeras). Es decir, una taza de legumbres por dos de agua o, lo que es lo mismo, 200 gramos de legumbres secas sin remojar por 470 ml de líquido.

Quiero doblar una receta que he visto o hacer solo la mitad

El tiempo de cocción será el mismo en ambos casos, tanto si doblas como si haces la mitad. Sin embargo, cuanto más llena esté la olla (siempre con cuidado de no pasarnos del máximo o de no llenarla más de la mitad si cocinamos alimento que creen espuma, como legumbres o cereales), más le costará alcanzar la temperatura necesaria para que salga el vapor.

  • Para cocer al vapor, la cantidad de líquido será la misma. Siempre tienes que estar pendiente del mínimo de líquido que admite tu olla para comenzar a funcionar con seguridad.
  • Para hervir o estofar, usa al menos 1 taza (235 ml) de líquido, o el mínimo de líquido que te marque tu olla. Es decir, si en una receta pone 400 ml de caldo y quieres hacer la mitad, no podrás usar 200 ml.
  • Si vas a doblar una receta que contenga cereales, legumbres o fruta o cualquier alimento que se expanda o cause espuma, nunca llenes la olla más allá de la mitad de su capacidad.
  • Para cocinar otros alimentos, si doblas la receta, ten cuidado de que nunca sobrepase el máximo de la olla.

Adaptar una receta a la olla a presión

Adaptar una receta convencional a la olla puede resultar complicado. Antes de lanzarte a la aventura, conoce tu máquina. Busca recetas destinadas a una olla rápida y familiarízate con sus tiempos de cocinado.

La forma más fácil de adaptar una receta convencional a la olla a presión es buscar una receta para olla rápida que tenga ingredientes similares e ir ajustando las cantidades hasta que se parezca a la receta que quieres adaptar. Eso sí: hay algunos consejos que te pueden ser útiles:

  • Reduce el líquido.- La única excepción es que vayamos a hacer una sopa. Si no es así, usa la mínima cantidad de líquido que tu olla e permita que, generalmente, es de 1 a 2 tazas.
  • Ten cuidado con el vino.- En la olla no hay evaporización, así que el vino mantendrá el alcohol y te puede arruinar el plato que no veas. Si vas a añadir 1 taza (235 ml) o menos de vino, cocínalo en la olla destapada antes de ponerla a presión. Si es más cantidad, ponlo en un cazo a ebullición y redúcelo a la mitad antes de añadirlo a la receta.
  • Espesantes.- Puede que la receta original comience con una mezcla de mantequilla o margarina y harina. O lleve almidón de maíz (Maicena) o copos de patata (puré de patata en polvo). La labor de los espesantes es esa: espesar. Así que el punto de ebullición tarda mucho más en alcanzarse y, posiblemente, la olla no lo alcance nunca, No te arriesgues y añádelos al final. Puedes preparar la mezcla de margarina y harina en un cacito.
  • Legumbres.- si la receta pide legumbres cocidas, úsalas secas y ponlas en remojo la noche anterior. Cuando lo hagas, añade 1 y 1/2 partes más a su peso: 100 gramos de alubias y 150 gramos de líquidos, por ejemplo.

Y hasta aquí la teoría. Pronto, la práctica.

La olla rápida II

La olla rápida

Hace mucho, mucho tiempo, estaba yo en casa de mi muy mejor amiga degustando unos garbanzos cuando su madre me dijo: «Pero si esto con la olla se hace en 20 minutos» y se me abrieron los ojos como platos. Compré una y, durante los meses sucesivos, fui mirando la que dicen que es la reina de las ollas y diciéndome: «Cuando sea rica». Pues bien: encontré una oferta. Dos cuerpos y una tapa por 70 euros.

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La he usado para hervir garbanzos. Nada más. Cocer garbanzos con agua y un poco de alga kombu. Ah. Y unas judías verdes al vapor que quedaron completamente blandurrias y que hizo que aquello comenzara a pitar como si fuera a explotar y yo me fuera a quedar sin casa.

Es difícil que estallen, de todos modos. Sí. A veces ocurre. ¿Te da mucho miedo? Compra una eléctrica. No sé cómo funcionan: no las he probado, ojo, que me veo todo el blog pidiéndome comparativas. De ollas solo conozco la mía y no del todo bien: es decir, sé que los garbanzos me los hace en 20 minutos. Ni siquiera sé en cuánto tiempo me cuece unas lentejas.

Si queréis saber más sobre este pavor a morir por la olla rápida, leed este post de Lucía, que es divertidísimo.

Hace tres días me llegó Vegan Pressure Cooking, de JL Fields. Creo que es absolutamente maravilloso. Ella escribió, junto a Ginny Messina, el muy imprescindible Vegan for Her. Eso ya me daba un plus de confianza. Pero es que su blog es magnífico, también. Así que, en cuanto supe que tenía libro, no lo dudé.

¿Por qué compras tantos libros de cocina, si en internet hay un sinfín de recetas? Porque me resultan más cómodos. Y porque amo el papel.

¿Qué aspecto imprescindible debemos conocer de la olla rápida?

Lo que diga el libro de instrucciones. Este es el primer consejo: si no quieres sustos, lee el libro de instrucciones. Allí están todas las recomendaciones de seguridad y te asegurarás de que la olla no te explote en la cara porque la válvula está obstruida. Las pautas suelen incluir no llenarla por encima de la línea que marca, dentro de la olla, el máximo de su capacidad (si son alimentos que crean espuma, como las legumbres, solo hasta la mitad) y comprobar que la válvula funciona correctamente y que la goma encaja bien y no está rota.

¿Cómo cocina una olla a presión?

Sobre ollas, tenéis un post muy completo en Secocina. Cuando uno cocina al fuego, se alcanza una temperatura de 100ºC, el agua hierve y se evapora. En la olla a presión se acumula el vapor en el interior de un recipiente casi sellado y se eleva el punto de ebullición: alcanza los 120ºC (depende de la altitud a la que se cocine, también es cierto, pero aquí estamos casi al nivel del mar). Como la temperatura es más alta, se reducen los tiempos de cocción, se conservan los nutrientes y los sabores se mantienen.

Hay que tener en cuenta que los tiempos, en la olla, se cuentan desde que se alcanza la presión: no desde que se pone al fuego. Es decir, si nuestros garbanzos tardan 20 minutos justos, quiere decir que tardan 20 minutos desde que comienza a salir el vapor (y, en mi caso, suben los dos anillos de mi olla).

¿Qué alimentos se cocinan mejor?

Legumbres y cereales. Fields dice que no cocina verduras en la olla eléctrica porque suelen quedar demasiado hechas. Los tubérculos también quedan perfectos.

¿Hay que usar aceite?

Siempre se ha dicho que hay que utilizar un poco de aceite para que las legumbres no formen espuma. Ahora las ollas son muy seguras, pero el consejo general de la señora Fields es que sí se use porque así, además, evitarás que las pieles de las legumbres puedan obstruir la válvula de seguridad de la olla. En algunos libros americanos veo que evitan mucho el aceite y lo sustituyen por agua incluso aunque la receta mande sofreír. Pero a mí el aceite me encanta y, además, me gustan todos: el de oliva, el de pepitas de uva, el de sésamo, el de cacahuete… así que nunca he seguido esa indicación porque, además, me parece una soberana chorrada a no ser que, por prescripción médica, debas llevar durante un tiempo una dieta sin grasas.

Como no me gusta hacer posts excesivamente largos, en el próximo seguiré explicando cómo abrir correctamente una olla rápida y consejos de cocción. Que, seguramente, si todos tenéis una olla, ya los sabréis. Pero yo sigo siendo principiante y le quiero sacar partido a todos los aparatejos de cocina que tengo.

En los comentarios, Lalo me deja unos enlaces que, una vez leídos, considero que explican todo maravillosamente bien. Los anoto aquí:

La olla rápida

¿Quieres comer bien? Enciende los fogones

Si quieres comer bien, tienes que cocinar. Es que no hay más. Sí, posiblemente mis nutricionistas de cabecera (Lucía, de Nutrición Palma y Mónica Pérez García), estén hartitas de poner dietas a gente que dice que no le gusta cocinar, pero yo no soy nutricionista y, afortunadamente, a mí solo me piden consejos dietéticos (y yo las derivo). Y no: cocinar no es pasar un filete por la sartén y rajar un tomate con un poco de sal. Yo también vengo de allí: de la carnaca y las judías verdes congeladas una vez al año, de los guisantes congelados hervidos en medio litro de agua, de aquella coliflor que compré una vez y olía fatal; esas cantidades ingentes de lechuga iceberg -que no es lechuga ni es nada. Y yo la comía sola, señores. Sola. ESO. Dios-. Y pasta con tomate y atún. O arroz con tomate y atún. Y para qué vamos a pedir una ensalada en un restaurante pudiendo comer esa exquisitez que son las patatas fritas congeladas con seis salsas de bote. Un bocadillo para cenar. Otro tomate en rodajas (durante años, mi concepto de «comer verdura» ha consistido en «tomate»), con orégano a veces en un alarde de «esta noche me lo curro»: el chorro de aceite de oliva virgen extra ya era nouvelle cuisine.

Harira. Otoño e invierno significan harira.

No soy nada new age. Vaya eso por delante. Pero, como hay veces que hay que reventar por algún lado, hace no sé cuántos años me diagnosticaron colitis ulcerosa (algún día descubrirán de dónde viene y yo pensaré que tenía razón) y dos cocineras veganas llegaron a mi vida, con sus recetas sólidas (nada de «un puñado de esto» y «fríe hasta que se poche»), sus especias, sus sabores de todo el mundo y todos esos ingredientes que, oh maravilla, se podían encontrar en el supermercado o en la frutería. Berenjenas, champiñones, coles, tofu, sésamo, pipas de calabaza, pasta, arroces, canónigos, berros, avellanas, anacardos, quinua y mijo y trigo y cebada y harina y alcachofas y… No soy nada new age pero a veces me pregunto de qué manera hubiera seguido yo tratándome mal (comer mal es maltratarse) si no tuviera una enfermedad crónica.

Cocinar lleva tiempo. Todo en esta vida lo hacemos contra el tiempo y, sinceramente, hacemos demasiadas cosas que no son tan gratificantes como comer lo que uno mismo ha cocinado y que, además, esté rico. Cocinar lleva tiempo y, cuando uno se aventura, comete errores (por ejemplo, jamás se os ocurra echarle jengibre fresco a una salsa de tomate frito. No lo probéis siquiera: fiaros de mí, no está bueno). Hay que ir a comprar, hay que planificar un menú, hay que comprar cuchillos buenos y buenas tablas de cortar y picar cebolla y ajo y limpiar setas y preparar un cuenco con especias y esperar a que la comida se haga o a que un pan leve.

Jamás voy a ser tan impúdica o tan valiente o las dos cosas a la vez como para contar por qué, durante mucho, mucho tiempo, a mí me costaba la misma vida meterme en una cocina. Pero me costaba. De las 200 entradas que tiene este blog hasta la fecha, al menos 198 las he escrito con mucho esfuerzo. Mucho. El resto y las que vengan después ya no. Al resto no le va a costar tanto como a mí tener ganas de encender los fuegos, lo aseguro. Y, cuanto más enciende uno los fogones, más quiere experimentar, más libros compra, más investiga por internet y más aprende. Es decir, que si yo, que me he puesto a comer bien y a cocinar casi a los 40 (ah, la vida empieza a los 40, pero no sé por qué nos hacen venir con tanta antelación, Mafalda dixit), el resto también puede. Y sí. Cuesta trabajo (pero ya no, ya no me parece un trabajo). Como tantas otras cosas. Cambiar de hábitos exige un esfuerzo. Pero luego, el esfuerzo se transforma en cotidianeidad… y una se encuentra intentando hacer alquimia y adaptando recetas que parecen apetitosas.

Y está siendo francamente divertido.

¿Quieres comer bien? Enciende los fogones

Quiero ser vegetariano pero…

Siempre he odiado esas frases cargadas de buen rollo: la vida está ocurriendo ahora, haz lo que amas, hoy es el día que tienes para que todo sea perfecto, conserva al niño que fuiste, una sonrisa es lo más sexy que puedes vestir. Ahora me divierten mucho porque me estoy dando cuenta de cuánto se nos olvidan. «No me gusta mi trabajo», me dicen: «Pues cambia de trabajo». «Es que la cosa está muy mal». Ay, mira, entonces no te quejes. O quéjate todo lo que quieras, pero no pretendas que yo te escuche.

Me encuentro a gente muy inmóvil últimamente. En muchos sentidos, en otros no, yo también he sido inmóvil.

Y este blog va sobre cambios, también. Sobre lo que uno decide que quiere hacer con su vida (aprender a cocinar, alimentarse de manera más correcta, acudir a una nutricionista, decidir tener una dieta distinta). Los cambios traen otros cambios. Ahora soy más consciente de lo que me meto en la boca. De si algo lleva aceite de palma o no, por ejemplo (aunque decida comerlo). Del pan chicloso que nos dan en los restaurantes. De los modos de producción. Porque yo era de esas personas que saben qué es una garbancera, pero creía que una vaca daba leche toda su vida adulta sin necesidad de tener un ternerito. La vaca da leche. La vaca da leche y el cerdo da jamones.

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Ahora he descubierto que los cambios aterran por una sola razón: la falta de confianza en uno mismo. Y esto, queridos míos, solo lo arregla una buena terapia. No los amigos, no la aprobación de los demás. Entre otras cosas, porque a la mayoría de las personas que emiten juicios sobre nuestra vida, ni siquiera le hemos pedido opinión. Se trata de saber qué quieres tú.

Yo quiero ser vegetariano y no sé cómo.- Pues esto es fácil. Deja de comer cerdo, ternera, aves, pescado, marisco y moluscos, caracoles y todo bicho viviente. Lo de la miel, el queso, la leche y los huevos lo dejo a tu elección.

Mis padres no están de acuerdo en que yo sea vegetariano.- Aquí hay dos escenarios posibles. Si vives con ellos y ellos hacen la comida, tienes un problema. Si mantienes una buena relación, lo más probable es que te escuchen, pero cárgate de razones. Si no vives con ellos, no tienes problema alguno. Si tus padres no respetan tu decisión, en cualquiera de los dos casos, acude a un psicólogo: las relaciones se construyen. Y la base de una relación es el respeto. Si te da miedo decirle a tus padres que quieres ser vegetariano o que te quieres poner un piercing, nuevamente, vete a un psicólogo. Porque si tus padres no respetan tus decisiones, tienes una relación anormal con ellos. No hay más.

Mis amigos no me respetan.- Entonces, siento decírtelo, no tienes amigos. Tienes otra cosa. ¿El qué? Ni repajolera idea. Pero amigos no son. La palabra amigo viene del latín amicum, el que va conmigo. Lo de los padres, qué se le va a hacer, nos tocan en suerte. Pero lo de los amigos es para hacérselo mirar.

No quiero discutir con nadie sobre mi vegetarianismo.- Bien. No lo hagas. Discutir es muy cansado y suele ser doloroso y a esta vida no hemos venido a sufrir. Si puedes mantener un debate, perfecto; los debates enriquecen. Ahora bien, si el nivel intelectual de tus amigos se basa en decir que las plantas también sienten y los ricos también lloran, pues chico: plantéate qué clase de amigos tienes. Hay muy poco tiempo libre en la vida de uno como para que, los ratos de ocio, se los pase escuchando gilipolleces.

Las dietas vegetarianas no tienen todos los nutrientes necesarios.- Ya lo sabemos. Toma B12. Si eres omnívoro, tienes más de 50 años y me estás leyendo, hazte un favor: toma B12. Además de eso, si te da miedo enfermar (porque, claro, tú nunca te has puesto enfermo comiendo carne), acude a un nutricionista. Descubrirás que comes fatal. Y tu familia también. Y que os estáis metiendo una ingentísima cantidad de proteínas innecesarias. Ah. He dicho «nutricionista». No médico. La especialidad de un endocrino son las hormonas… y sacar dietas estándar de un cajón. Los médicos no estudian nada o casi nada de nutrición en la carrera.

Si soy vegano voy a tener que informarme mucho y leer las etiquetas.- ¿Te da pereza aprender? Que tengas suerte en la vida.

Quiero ser vegetariano y tengo un trastorno de la alimentación.- No puedes ser vegetariano. Primero, hay que curarse.

OK. He decidido ser vegetariano. Me parece muy difícil pero haré sacrificios para seguir mi camino.- Ah: que eres del tipo sacrificado e inmolador. Búscate un terapeuta, que no has nacido para mártir. Estamos hablando de dietas, coherencia y estilo de vida. No de atarse a una pira funeraria.

Si soy vegetariano y un día como jamón, ¿pasa algo?– Sí. Te mueres.

Quiero ser vegetariano pero…

No tengo tiempo para cocinar

Hay una frase de Nigella Lawson que me encanta. Me encanta tanto que lo mismo la he escrito ya por aquí. Dice que le enoja soberanamente que la gente diga que no tiene tiempo para cocinar: «Bueno, tampoco están escribiendo Guerra y Paz». Sí, sí la he escrito por aquí, en el post Algunos consejos culinarios de una novata. Voy a confesar algo: yo tampoco tengo tiempo para cocinar. Es decir, sí que lo tengo, pero prefiero cocinar cada tres semanas, congelar e ir sacando lo que necesito, porque como en el trabajo. Luego, por la noche, solo tengo que cocer pasta o arroz, sacar unas legumbres congeladas y ya está. Bien es cierto que lo del tiempo es muy relativo. Antes de empezar a cocinar, pensaba: dios mío, hacer una salsa de tomate, qué gilipollez, si las venden de bote. Después de hacer esta salsa de tomate (es más: después de tunearla un día que me había sobrado un poco de puré de calabaza echándole un cacito y añadiéndole cebolla y zanahorias picadas) pensé: ¿qué he hecho yo comprando salsa de tomate toda la vida, si esta está más rica y se hace en un ratito? Sí: antes, 40 minutos de chup-chup eran un horror. Ahora, todo se hace en cuarenta minutitos de nada o en un par de horitas. Si usamos el diminutivo, todo parece más pequeño…

Bien: supongamos que sí que tienes tiempo para cocinar pero lo que realmente te pasa es que no quieres cocinar todos los días, salvo algún avío para la cena. Tiempo hay que tener, claro está, si uno quiere cocinar. También si uno quiere dormir, quedar con los amigos, salir a un restaurante, trabajar o buscar trabajo, pasarse el domingo leyendo cómics o cualquier otra cosa. Pero la buena noticia es que tenemos tiempo. Porque estamos vivos. Así que, si lo que queremos es tardar menos en la cocina de lo que tardaríamos normalmente, aquí van algunos trucos y consideraciones…

Cocinando hamburguesas en cantidades industriales para congelarlas

Organiza el espacio de trabajo.- De esto ya hablamos aquí. Una cocina bien organizada es clave: antes de que comiences a cocinar, lee bien la receta, asegúrate de que tienes todos los ingredientes, colócalos todos en la encimera y prepáralos. Saca también los cubiertos y boles que necesites. Es lo que se llama la mise en place. Si haces esto antes de comenzar a cocinar, ahorrarás tiempo, reducirás estrés y mejorarás tus habilidades en la cocina: preparar todo con antelación ayuda a evitar contratiempos, como darte cuenta de que no tienes algo o quemar la cebolla mientras estás buscando la cuchara de madera.

Sé flexible.- A ver: si vas a cocinar un potaje de garbanzos y quieres comer garbanzos y no tienes garbanzos, baja a comprarlos. Pero si te da igual, échale alubias. A lo mejor ocurre que pensaste que tenías orégano y, cuando lo vas a ver, no hay bastante. Pues echa menos. Pero, para evitar quedarte sin los ingredientes que usas más, ten una lista de la compra a mano en la que puedas anotar si te falta algo y puedas apuntar también si te estás quedando sin cualquier cosa.

Cocina muchas raciones.- Hay instrumentos imprescindibles en una cocina. Un bolígrafo con un imán que se pueda pegar en la nevera, unas etiquetitas adhesivas y muchos tuppers. Uno cocina para un regimiento, lo divide (si tiene espacio suficiente en el congelador) y luego lo saca conforme lo vaya necesitando. Clásicos básicos: legumbres cocidas (sin nada más: yo no compro ya legumbres de bote, que a saber qué llevan en el líquido ese al que no se le va la espuma ni con una pistola a presión), salsas varias (de tomate y para pasta), verduras escaldadas (probé con la calabaza: cierto: dos minutos en agua hirviendo, se congelan, se descongelan y como si estuvieran frescas. He de investigar más sobre los procesos de conservación y congelación de los alimentos) y algunas tarteras con los platos que vayas a comer durante la semana. Y, por supuesto, caldo vegetal. Lo congelo en cubiteras de hielo, lo meto luego en bolsas de congelación y listo. También el pan, que lo hago yo.

Busca recetas en las que se invierta poco tiempo y resérvalas para las cenas.- Así podrás preparar una cena rica en veinte minutos… y dejar las recetas elaboradas para cuando sea tu día de cocina y congelación.

No tengo tiempo para cocinar

Sustituir huevos

Alguno de vosotros pensaréis: «esta entrada me suena». Y sí: habíamos hecho una entrada sobre cómo sustituir los huevos en pastelería. No hablamos aquí de cómo sustituir «nutricionalmente» los huevos: solo de cómo sustituirlos por otros ingredientes si somos alérgicos o hemos decidido no comerlos. Realmente, sustituir los huevos es bastante fácil. Otra cosa es que quieras conseguir el sabor de la yema de huevo o del molotof (que es un postre portugués hecho con clara de huevo, como un merengue ligero): puede que haya cocineros avezados que lo consigan algún día, pero yo no voy a invertir mi esfuerzo en eso, lo aseguro…

La información está recabada de varias páginas de internet de las que me fío y cuyos enlaces aparecen debajo. Hay que tener en cuenta que yo no frío. No uso rebozados, no uso empanados, solo hago cosas a la plancha. Pero una recopilación así puede serme útil algún día, así que la consultaré cuando me sea necesaria…

Humpty Dumpty, por John Tenniel. Con Alicia, claro

Rebozados:

Rebozar es cubrir con huevo y harina antes de freír. Pero no vamos a usar huevo. Hay varias opciones:

  • Usar una marca de harina especial para rebozar sin huevo.
  • Utilizar harina de tempura, a la que solo hay que añadirle agua.
  • Utilizar semillas de lino molidas en el molinillo de café mezcladas con agua. La proporción es 2 cucharadas de lino molido y 4 de agua.
  • Se puede hacer una masa parecida a la pasta orly con alguna bebida carbonatada (gaseosa, tónica, cerveza), harina y una pizca de sal. La receta es:250 gr. de cerveza corriente,
    1 cucharadita de levadura rápida de panadero,
    160 gr. de harina normal,
    50 gr. de Maizena,
    1 cucharadita de sal,
    10 gr. de agua.

Se mezcla todo junto hasta que esté bien integrado y se deja fermentar de dos a tres horas. Ya está lista para usar.

Empanados:

Empanar es utilizar huevo y pan rallado para freír. Hay quien usa también harina (pasa los alimentos por harina, luego por huevo y luego por pan rallado).

Para empanar, podemos utilizar:

  • leche vegetal. Mucha gente lo hace así y dicen que queda rico.
  • zumo de naranja.
  • una mezcla a partes iguales de agua y harina de trigo. Después de mojar los alimentos en esta mezcla, usa el pan rallado.
  • una mezcla de agua y harina de garbanzo hasta que parezca huevo batido.
  • una mezcla de harina de maíz y agua hasta que parezca huevo batido.

Para tortillas:

  • Generalmente, se usa harina de garbanzo mezclada con agua y algo de zumo de limón o vinagre, porque este tipo de harina tiene un sabor muy característico que hay que disimular. De todos modos, en la red hay un sinfín de recetas de tortillas sin huevo. Hasta francesas para platos japoneses.
  • Si no tenemos harina de garbanzo, se puede usar harina para cocinar sin huevo mezclada con harina de trigo o harina de maíz.
  • Se puede usar también agar-agar en polvo y, para dar color, azafrán tostado e infusionado en un poco de leche vegetal. El alga hay que llevarla a ebullición en esa leche, según nos cuenta Elena, del Delantal Verde, y luego dejar cuajar en un molde todo (es decir, el alga con los ingredientes de la tortilla). Si la quieres servir caliente, hay que calentarla unos minutos en el horno a 170ºC y servir sin desmoldar.

Para huevos revueltos:

  • Lo mejor es usar tofu blando desmenuzado para saltearlo con el resto de ingredientes.

Para dar aspecto brillante a platos horneados:

  • Puedes pincelar con aceite de oliva o con leche vegetal o con una mezcla hecha con 1 cucharada de agar-agar y 3 cucharadas de agua.
  • Si haces hojaldres o dulces, derrite una cucharada de margarina vegetal no hidrogenada con 2 cucharadas de azúcar y un pelín de agua y pinta.
  • Para bollería dulce, puedes usar azúcar glas y unas gotas de agua.

Para ligar albóndigas o hamburguesas:

  • miga de pan remojada en leche vegetal
  • copos de avena remojados en leche vegetal
  • lino molido mezclado con agua fría
  • 1 cucharada de harina de soja disuelta en 3 cucharadas de agua
  • puré de patatas

Para hacer mousses:

  • Usa tofu suave

Enlaces:

Sustituir huevos

Algunos consejos culinarios de una novata

Sí, a mí también me quedaron las galletas duras. Pero me las comí. Sí, aunque gente desconocida me pida consejo o se desahogue en los posts de pastelería, yo no soy una experta cocinera, ni de lejos. También añadí el doble de levadura de repostería a unos muffins y me olvidé de echar el chocolate que había fundido pacientemente al baño María en la masa de un bizcocho cuando ya la tenía en el molde. No he podido recordar si había echado o no sal a un guiso y he tardado siglos en encontrar una especia cuando tenía que haberla añadido hacía diez minutos. Pero, después de un tiempito cocinando comida vegana y de cometer algún error que otro, he ido aprendiendo. Soy muy principiante en esto de la cocina y además me horroriza tirar comida (sobre todo si te has pasado un buen rato cocinando y aquella masa informe pretendía ser tu provisión de congelados para cuatro días), así que aquí van algunos consejos. Los cocineros avezados se los pueden saltar. O no.

La receta

Busca una buena receta. ¿Qué significa esto? Que busques una receta explicada al detalle, sobre todo si no distingues el color de la cebolla pochada del color de la cebolla tostada. Una buena receta te dirá:

  • a qué temperatura has de calentar el aceite o el caldo o lo que sea que pongas al fuego: fuego bajo, medio-bajo, medio, medio-alto, alto… y si tienes que tapar la olla o la sartén o dejarla semidestapada o no.
  • a qué temperatura exacta ha de estar el horno (¿qué coño es eso de «horno fuerte»? ¿250º? ¿220º? ¿horno «fuerte»?) Ya sabemos que cada horno es un mundo, pero un buen termómetro, que cuesta 12 euros, salva de esos apuros… siempre que te digan las palabras mágicas: «precalienta el horno a 180º», «precalienta el horno a 220º». Oh, qué maravilla.
  • modos uniformes de medición de los ingredientes: ¿qué es eso de poner, en la misma receta, gramos y vasos? «200 gramos de harina y 1 vaso de azúcar». ¿Mande? Aún más: ¿cuánto mide una taza en una receta española? Mis tazas son de 350 mililitros… Sí, ya sé que hay problemas para medir bien la harina cuando los libros son americanos y usan tazas, pero ese es un paso que hemos de sufrir todos. Y, si ya es difícil hacerlo con las tazas americanas (que yo tengo un juego de tazas y cucharas), con las españolas es para morirse: «medio vaso de los de vino». ¡Yo tengo copas! En el altillo del armario, porque ya no puedo beber vino. ¡No tengo chatos de vino! Ya me gustaría, porque me encantan, pero no me caben más cacharros en la cocina. Póngalo en mililitros, por favor.
  • usan ingredientes que puedes encontrar en la frutería del barrio… o por internet. ¡Y lo dice una que tiene en su despensa vinagre de umeboshi!
Bizcocho abierto y con pintitas brillantes. Ni se tiene que abrir ni tienen que salir pintitas brillantes: eso lo supe más tarde. Eso sí: rico estaba un huevo.

Antes de cocinar

Hay una serie de pasos imprescindibles antes de entrar en la cocina:

  1. Lee la receta.
  2. Vuelve a leer la receta.
  3. Entra en la cocina.
  4. Prepara los ingredientes (bueno, puede que tengas que ir a comprar algo antes)
  5. Saca los aparatos que necesites.
  6. Ya puedes ponerte a cocinar.

Leer y releer la receta

Sí, soy una experta en cocinar MIENTRAS voy leyendo la receta POR PRIMERA VEZ. Todos los libros de cocina dicen que no lo hagas y que releas la receta al menos un par de veces pero, claro, yo soy más lista que todos esos chefs (aunque no sepa cuándo la cebolla está ligeramente traslúcida y cuándo está doradita). Los mayores fiascos (ninguno muy grave, yo me lo como todo) han venido de no leer bien la receta: olvidos de ingredientes, ingredientes fundamentales que descubro de pronto que no tengo…

Si traducís del inglés las recetas, como yo, es una buena idea copiarlas en inglés y luego la traducción, para poder cotejar que no te has equivocado: no sé ya ni cuántas veces he echado cucharadas cuando decía claramente «cucharaditas». De hecho, han sido tantas veces que me estoy planteando volver a traducir con mucho cuidado todas mis recetas.

También hay que tener en cuenta que las recetas poseen su propio vocabulario: ¿no sabes qué es desglasar? ¿napar? ¿caramelizar? ¿saltear? No hay que preocuparse. En los diccionarios está la respuesta. Y hay un sinfín de glosarios culinarios en internet.

Indian Plate en Candle Cafe

Preparar los ingredientes

Oh, yo soy desordenada. Así que, mi máxima preparación de los ingredientes siempre era picar la verdura y ya está. Soy la reina de los boles: tengo dos de plástico medianos, tres de plástico pequeñísimos, tres cuenquitos que en teoría sirven para salsas minúsculas, un bol para la salsa para el sushi, otro bol para sopas estilo japonés, un grandísimo bol para ensaladas que uso para medir la cantidad final de comida que tengo y poder dividirla bien… Y vasos. Mi mejor amiga me dijo: ¿por qué no usas vasos? Y tengo que confesar que no se me había ocurrido. Sí, soy así de ilógica. Lo sé, es asombroso. Hay cosas que no me entran en la cabeza: que un vaso pueda servir para ordenar los ingredientes de una receta. Me lo anoto.

  • Como ya has leído la receta un par de veces y sabes si tiene inconsistencias o no, es tiempo de mirar si tienes todos los ingredientes. Para esto es imprescindible una despensa y un frigorífico ordenados. Yo lo hago por «familias»: las latas juntas, las legumbres juntas, las harinas juntas, los arroces juntos, las especias juntas y las pastas juntas. Una bacanal. Si no tienes algo, cómpralo, claro está. Si no lo tienes pero quieres sustituirlo por otra cosa que sí, adelante. Puede que quede rico, puede que no. Ya lo verás.
  • Piensa en cuánto te va a llevar realmente a ti preparar la receta y mira si tienes tiempo suficiente. La cocina y las prisas no se llevan bien. Hay quien dice que no tiene tiempo de cocinar. Mi cita favorita se la robé a Nigella Lawson. Dice que le cabrea soberanamente cuando alguien suelta esa chorrada: «bueno, sin ofender, tampoco están escribiendo Guerra y Paz«. Yo tengo un horario matador: aprovecho los fines de semana y algún día que llego a casa a las siete y media de la tarde en lugar de a las diez de la noche. Siempre hay tiempo para cocinar. Alimentarse bien es igual de importante que leer. No digamos ya que ver la tele (que yo la tengo desconectada). Hay libros de recetas rápidas, pero ciertamente yo he comprobado que lo que otros hacen en 10 minutos yo lo hago en media hora (y ensuciando todos los cacharros de la cocina, además). Así que sé que necesito mucho tiempo para cocinar. Cuanto más se cocina, menos tiempo se precisa para hacer algunas cosas, como picar o cortar.
  • ¿Tienes todo lo que se necesita? Es decir, batidora, horno, amasadora… ¿No lo tienes? Busca otra receta, es simple. Hay gente que tiene un sinfín de electrodomésticos y trabajan con ellos. A mano se puede hacer todo, pero si no lo explican, a lo mejor no sabes cómo. Yo no sé, sobre todo en las recetas de repostería.
  • Si la receta tiene vegetales o frutas picados, lávalos y pícalos. Si se oxidan con facilidad, como las alcachofas o los champiñones o las manzanas, un chorrito de limón puede ayudar, pero no siempre lo hará: no sabía cuán delicadas eran las alcachofas hasta que tuve que pelar ocho seguidas y las primeras, a pesar de mis cantidades ingentes de limón, se pusieron negras. Qué se le va a hacer. Pasará. Hazlo al final, pero tenlas preparadas igualmente.
  • Usa cuencos pequeños o vasitos para las especias y la sal. Pero sácalas antes y mídelas y ponlas en los vasitos. Y, por favor, pon todos los ingredientes juntos. Yo tengo una encimera grande que en realidad son dos porque hay una columna en medio. Cuando voy dispersando cuencos, algo se me olvida en algún punto.
  • Y hay que tener en cuenta que existen recetas que tardan poco en hacerse. Si te dicen: añade el ajo, fríelo un minuto y agrega la cebolla picada, no puedes estar picando cebolla mientras el ajo se quema. Puede que seas Billy el Rápido, pero yo tardo en picar vegetales, lo aseguro. Bien es cierto que tardo un poco menos de lo que tardaba antes. Pero sigo tardando. Cuando veo a Arguiñano en la tele picando cebolla sin llorar ni una pizca, me entra una envidia de la mala: lo hace en el tiempo que yo estoy pelándola todavía. Ay.
  • Preparar los ingredientes te dará control sobre lo que vas a hacer y luego, solo tienes que ir añadiéndolos a la sartén o la olla o la bandeja de horno. De verdad: hazlo. Puede parecer tedioso, pero más tedioso es volverse loca buscando jengibre molido cuando la cebolla ya se está quemando (sí, cuando se quema es marrón oscuro casi negro. Y no: una de las pocas cosas que no me han pasado nunca es quemar la cebolla: siempre la he dejado medio cruda, hasta que he aprendido, por fin, cuándo está pochadita. Sí, se aprende cocinando. Es una gran noticia).
Pizza hummus en cuencos de helado

Instrumentos imprescindibles

Lo siento, no soy buena en eso porque soy la tonta de los pequeños electrodomésticos. Eso sí: de todos los que tengo, que son un sinfín, los que más uso son mi recién adquirido robot de cocina, la batidora de vaso (sobre todo el molinillo de café que tiene, para las especias) y la batidora de varillas. No tengo exprimidor eléctrico: lo considero una soberana tontería. Jamás he usado mi mortero (pero lo tengo, por si acaso) y sin embargo, como odio el ajo a no ser que no se vea, mi prensador es lo más genial del mundo para mí, junto con un pelapatatas. El puré de patatas, por cierto, queda mucho mejor con un machacador de patatas (aunque yo no hago tanto puré como quisiera, porque la patata congela fatal). Sí considero que un buen juego de cuchillos es una inversión genial… y algún día tendré un cuchillo panadero que merezca el nombre.

Doy por hecho que tenéis cucharas de madera, sartenes y ollas y tapas. Y tablas para cortar. Y platos y tenedores y cucharas y cuchillos de mesa. Los demás electrodomésticos son prescindibles. A mano se tarda más, eso sí. Pero desarrollas brazos. Dicen. Yo suspiro por una Kitchen Aid, pero no sé para qué la usaría. Es que es mona. Y, si os da por hacer un blog de cocina aunque no sepáis cocinar, os volveréis locos comprando caminos de mesa de bambú, salvamanteles individuales y platos bonitos. Sí. De verdad.

Lo que necesitáis, os lo irá diciendo la experiencia. Yo pensé que jamás necesitaría un vuelcatortillas, pero como soy inútil dándole la vuelta a las hamburguesas, compré uno para no acabar con todos los platos rotos contra la vitrocerámica (lo hacía con un plato: casi se me resbalaba siempre). Mi madre pela las patatas y las zanahorias con cuchillo. Si yo uso un cuchillo, puedo transformar una hermosa patata de 200 gramos en una patatita minúscula de unos 50. Iréis viendo.

Dicen, además, que a la cocina hay que ponerle mucho amor. Y paciencia. Yo paciencia no tengo. Y, más que amor, lo mío se llama gula. Y ansiedad. Pero, si yo puedo seguir una receta y asombrarme por lo rico que está, vosotros también podéis.

Prometido.

Algunos consejos culinarios de una novata