Harira

Libro de Isa Chandra Moskowitz que sale al mercado, libro que pido en Amazon. ¿Por qué? Porque todo sale bien. Porque todo sale bien a la primera, que es como me gusta a mí que salgan las cosas para no desesperarme. Porque a mí, las cosas, a la primera nunca me salen. No las importantes, al menos. Así que, al menos, ya que la cocina es terapéutica (porque lo es, aunque acabe con todos los cacharros en la entrada a la espera de recoger -necesito una cocina de 140 metros cuadrados, creo-), y ya que comer bien es tan importante y ya que, confesémoslo, a mí me gusta comer (a mí me gusta mucho comer: si no, de qué iba a tener yo este sobrepeso que tengo… y que estoy quitándome, por cierto, para que no penséis en mí como en una vacaburra que se pimpla toda esta olla de una sentada), lo mejor es que, cuando acabes de cocinar, tengas un plato rico que meter en el congelador. Sí. Ole. Gracias, Isa. Te debo la mayoría de los platos de mi dieta. Ah. El libro, que, como todos los de esta mujer es una maravilla (y tiene más fotos que ninguno) se llama Isa does it. Sí: es el que sale en la foto.

Ingredientes para 10 raciones:

  • 2 cucharadas de aceite de oliva
  • 1 cebolla mediana
  • 1 cucharadita de sal más 1 pizca
  • 4 dientes de ajo picados
  • 2 cucharadas de jengibre fresco picado
  • 1/2 cucharadita de copos de pimiento rojo (son copos de chile: sí, pican)
  • 1840 gramos (8 tazas) de caldo vegetal
  • 1 berenjena mediana pelada y en cubitos muy pequeños
  • 110 gramos (1/2 taza) de lentejas
  • 2 cucharaditas de pimentón dulce
  • 1/2 cucharadita de canela molida
  • 1 cucharadita de azafrán machacado
  • 1 lata grande tomates picados
  • 400 gramos de garbanzos cocidos
  • 1/4 taza de menta fresca (yo no tenía y le puse albahaca: que ya sé que no es lo mismo, pero está rica, doy fe) picada
  • 1/4 taza de cilantro fresco picado
  • 115 gramos de fideos cabello de ángel (fideos cabellín, se llaman también. Si eres celíaco, usa pasta sin gluten)

Preparación:

Precalienta una cazuela grande a fuego medio-alto. Añade el aceite y saltea la cebolla con una pizca de sal de 3 a 4 minutos. Agrega el ajo, el jengibre y los copos de pimiento rojo y saltea, sin dejar de remover, durante 1 minuto más.

Desglasa la olla con unas gotas de caldo. Esto es, que eches un poquito de caldo y remuevas bien el fondo de la olla, por si se ha quedado algo pegadito. Agrega la berenjena, el pimentón, las lentejas, la canela, la sal y el azafrán con 920 gramos de caldo (4 tazas). No se echa todo el caldo de golpe porque, si no, tarda mucho en hervir. Pero te hará falta. De verdad.

Ahora tapa la olla, lleva a ebullición a fuego alto y, cuando hierva, baja el fuego y cuece, con la olla parcialmente tapada, durante 20 minutos. Remueve de vez en cuando. Las berenjenas deberían deshacerse. Eso dice en el libro. Las mías, como las corté a cuadros más o menos grandes, ni se deshicieron ni nada. Y mis lentejas tardan mucho más en cocerse, así que las tuve 40 minutos. Esto no importa: hay que cocer hasta que las lentejas estén tiernas o casi tiernas.

Luego, agrega el tomate, los garbanzos cocidos, la menta, el cilantro y 460 gramos (2 tazas) más de caldo. Ahora es el momento de añadir los fideos cabellín. Lleva a ebullición, aplasa los fideos con cuidado para que se introduzcan en el caldo con una espumadera o una paleta de silicona y deja cocer el tiempo que marque el paquete (los míos tardan 3 minutos).

La sopa, cuando se enfría, espesa. Así que sí: necesitarás el resto del caldo, las otras dos tazas que pensabas que te habían sobrado, que son 460 gramos más.

Está impresionante. De verdad.

Harira

12 comentarios en “Harira

  1. […] A mí me habían dicho muchas cosas sobre los gatos. La mayoría, inciertas. Supongo. Al menos, Ororo no es así ahora. Arañan cuando menos te lo esperas, me habían dicho. Ororo no le ha arañado nunca a nadie. Ni siquiera cuando la han pinchado. Si está asustada, en el veterinario, por ejemplo, me trepa al hombro y se acurruca allí. Cuando ha querido escaparse de mí porque le estaba dando un jarabe antiparasitario, ha guardado las garras siempre. Si quiere jugar con mi mano (no, no controlaba la intensidad de las mordidas: ahora sí. No juego con las manos con Ororo, no se debe jugar con las manos porque el gato aprende que tu cuerpo se puede morder. Pero ella considera mis manos un juguete, que es distinto), me las abraza con las patas, sin sacar las uñas. Pero trepa. Trepa por mi cuerpo: he planchado con ella en mi hombro, he fregado la loza con ella en mi hombro y no he cocinado con ella en mi hombro porque temo que se caiga en la cazuela de la harira. […]

¡Dime algo!